lunes, 8 de enero de 2018

Enamorarse 2.0


¿Qué es enamorarse? Ésta bien podría ser una de las grandes preguntas de la humanidad. Aunque puede contestarse desde la sociología, la psicología, la genética, la química; y en medio de esas y muchas otras disciplinas, la infaltable sabiduría popular, creo que la respuesta está demasiado lejos de ser absoluta y universal. Basta con ver la increíble variedad de opiniones que uno encuentra al respecto sin mirar muy lejos. Por darse una idea, a veces solo basta con hurgar entre quienes tenemos al lado.

La experiencia de algunos cercanos

Hace un tiempo le contaba a Danilo, mi hermano: «Creo que me estoy enamorando», señalándole superficialmente algunos de los motivos que me llevaban a afirmarlo. Su respuesta fue tan hilarante como cuestionable: «Ni cagando, huevón. ¿Mes y medio después de que conoces a esta chica, y dices que te estás enamorando de ella? ¿Tú, que sabes lo que es estar emparejado un montón de años? Nada, estás confundido. Lo que pasa es que hace mucho que no te interesas por alguien. No te estás enamorando, te estás "enchuchando"».

Era una noche tranquila, en medio de latas de cerveza que ya cumplían su función en nuestro sistema sanguíneo. "¿Enchuchando?", repetí, muriendo de risa. Y cuando estaba a punto de burlarme de esa jerga oída por primera vez, pero cuyo significado me sonaba a "encaprichando", Fernando, mi mejor amigo varón, se sumó a la opinión de Danilo: «Sí, 'mano, es eso. No seas pendejo, pues. Lo que pasa es que la flaca tiene algunas cosas que te interesan, y como hace tiempo que no sentías algo así, te estás emocionando de más». Ok, mi hermano por sí solo podía estar equivocado, y quizá también mi amigo, pero dos opiniones juntas siempre pesan más. Aunque me sentí disconforme con lo dicho por ellos, cedí: «Bueno, sí, pueden tener razón. Voy a tratar de no definir mis sentimientos tan apresuradamente».

Al fin y al cabo ambos tenían más experiencia que yo en involucrarse con nuevas personas. Más allá de que tengan novia actualmente, Danilo, un músico rebelde y despreocupado; y Fernando, un exitoso barman, conocen de sobra la vida bohemia y la relativa fugacidad con la que las chicas van y vienen en la vida de un hombre joven común. Los dos se han enamorado más de una vez, mientras que también tuvieron periodos en los que simplemente se dejaron llevar por un simple gusto (como suele decirse) y se juntaron con alguna mujer sin demasiado compromiso.

En ese sentido, creo que me encuentro lejos de ser un hombre común. Y es que es verdad: una relación de más de nueve años puede dejar importantes lecciones sobre el amor, el compromiso, la fidelidad y todos los elementos que están sobre la mesa cuando uno ya está con alguien. Pero la exposición constante a cierto tipo de aprendizaje puede privarnos de conocer otros, sobre todo cuando se es tan joven. Esto, obviamente, resulta mucho más arraigado en alguien que inició su relación de casi una década a los 14, que en un tipo que la haya comenzado siendo adulto. Así pues, las consecuencias son obvias: a mis 24 no me he enamorado, ni he tenido algún interés sentimental por alguna mujer, la cantidad de veces que a estas alturas casi cualquiera acumularía.

¿Entonces es cierto? ¿No tengo autoridad para hablar de mis propios sentimientos y de definirlos, porque no cuento con la misma experiencia que otros? Pese a aquel breve momento de duda, bajo los efectos del alcohol y ante la opinión de mis queridos y recorridos acompañantes, la respuesta es un rotundo no.

Otro tipo de experiencia

Las pocas personas que me conocen bien saben de mi modo jodidamente intenso y existencialista de ver las cosas. Muchas veces mi vida parece una eterna y agotadora búsqueda de motivos y explicaciones profundas a todo y a todos los que me rodean. Eso se suma a mi carácter profundamente aislado e introspectivo, que es causa y consecuencia de una pesada mochila de experiencias intensas que me ha tocado vivir pese a mi juventud; unas felices, y muchas otras muy de mierda.

Pero ya. No quiero desviarme, ni hacer un melodrama por hechos que ya pasaron y no vienen al caso. A lo que voy es que considero que todos esos factores me dieron un conocimiento muy marcado acerca de mí mismo, de mi personalidad, gustos, intereses, valores, sueños, ideales, y sobre todo, acerca de mis sentimientos.

Soy un pesimista empedernido, un escéptico constante, pongo todo en tela de juicio y siempre tengo un maniático cuidado al lanzar conclusiones si no hay una cantidad suficiente de argumentos. Sin embargo, si hay algo de lo que siempre puedo sentirme seguro a estas alturas de mi vida, es de todo lo relacionado a lo que siento y a lo que quiero. Puedo ser un tipo cualquiera, ser uno más en cualquier ámbito, pero creo que los golpes y las vivencias me dejaron, al menos, una madura y centrada auto-percepción.

Esa última podría ser la palabra clave para todo esto, porque ¿acaso no hay nadie mejor que uno mismo para definir y, si así lo quiere, etiquetar aquello que siente? Ninguna otra persona podrá decirnos mejor lo que nuestro corazón anhela, más allá de su sabiduría, experiencia o buenas intenciones. El quid del asunto está, entonces, en los estándares que establecemos de forma consciente o inconsciente al afirmar si estamos enamorados.

No obstante, entiendo la confusión que puede haber, ya que esos "requisitos" no son inmutables, sino que pueden cambiar por el tiempo, por las vivencias, por los traumas, por nuevos intereses, o por la inexorable madurez que llega tarde o temprano. Diez años después puedo seguir asegurándolo: yo sí me enamoré a los 14 años, perdidamente, aunque por motivos que hoy me resultarían poco suficientes o razonables. Infantiles, pese a que en ese momento puedan haber sido profundos para la edad y para cómo lo vivían mis contemporáneos.

Entonces, ¿cómo puede el Damián de 24 años afirmar que volvió a enamorarse? Sí, ese Damián más maduro, más existencialista, cuidadoso, ansioso, problemático... Bueno, tal vez este texto falle en su intento de llegar a una conclusión, pero al menos procurará poner todas las cartas sobre la mesa para aclarar este asunto de una buena vez.

Puede que las siguientes líneas no hagan más que confirmar lo obvio, que mis dedos suelten con el teclado lo que suele quedar amarrado en mi lengua, que cambiemos el condicional "podría ser" por el afirmativo "es". O tal vez nada de eso pase.


Enamorarse podría ser...


Un primer contacto memorable. Nada extraordinario, nada mágico, ningún "amor a primera vista" (cosa en la que nunca he creído), nada "de película". Un primer cruce de palabras sobrio, sin sobresaltos, pero con una fluidez absolutamente genial. Que no solo se percibiera al instante la afinidad de gustos (lo que es difícil, pero no imposible de encontrar), sino que también la hubiera en cuanto a la percepción y, de cierto modo, a la forma de vivirlos. Que quizá, por única vez en lo que llevo de vida, pueda afirmar que "hubo química" al conocer a alguien. Preguntarse si es así cuando, a esta edad, capturan tu atención desde un inicio.

Aquellas primeras conversaciones. Las incontenibles ganas de hablar con ella en los días y semanas siguientes. La procrastinación, la irresponsable cantidad de horas dedicadas a escribirle, a plantear temas que dieran a conocer sus reacciones y opiniones. Los deseos de ir descubriendo a alguien sentidos como nunca antes. La sorpresa de ver cómo te gusta casi todo lo que dice, casi todo lo que piensa y opina. "En algún momento conoceré algo que me pinche el globo y baje mi estima por ella", me dije en un inicio, para luego ver cómo el interés solo crecía más.

Admirar sus destrezas. Su modo de hablar y de escribir, su inteligencia, madurez, profesionalismo, perseverancia y talento, sumados al esfuerzo que la llevaron a donde está. Su felicidad por hacer lo que hace ahora, en correcto equilibrio con sus ambiciones y planes para el futuro. La pasión y el cariño hacia su trabajo (¡y qué trabajo genial!). La honesta humildad hacia todo lo que viene logrando, sin dejar de apreciar cuánto vale y cuánto le costó. Verla en acción, en su terreno, encontrarla tan atractiva cuando habla, cuando expone, cuando supera los nervios y otros detalles mínimos del momento para finalmente brillar. Que te encanten sus planes y sus metas, por lo que buscar motivarla a seguir adelante se da de forma casi involuntaria, porque quieres seguir viendo esa chispa en sus hermosos ojos marrones.

Admirar su corazón. Descubrir su nobleza a través de pequeños detalles, de lo que hace en su día a día. Entender cuánto ama a los suyos, lo desprendida y dedicada que es con ellos. Sentir una inexplicable paz al hablar con ella. Saber, primero por intuición y luego leyéndolo de ella, que sus anhelos personales nunca se desligan de su convivencia con los demás. Que no solo quiere ser buena en su trabajo, sino también como ser humano. Que lo que deje en este mundo, su legado, no se enfoque solo en sus metas individuales, sino también en sus seres queridos. Que te inspire, porque ¿puede haber algo más valioso y lindo que eso?

Que el tiempo se vuelva relativo. Mi hermano y mi amigo me cuestionaron por el "poco" tiempo que llevaba de conocerla para esa noche en la que conversamos. Digo yo: más que cuánto pasó desde que conociste a una persona, ¿no es lo más importante el tiempo en concreto que pasaste hablando con ella, y la calidad y profundidad del mismo? En cuestión de semanas y meses, parece que nos hubiéramos conocido más de lo que casi cualquier otro par de personas hubiera logrado en el mismo lapso.

Sentirse pleno al ayudarla. Fue una sola vez, y por alguna razón lo recuerdo con especial cariño. Un día se sintió mal por un problema y tuvo la confianza de contármelo. Afortunadamente se trató de algo sobre lo que pude aconsejarla en base a experiencias mías. Me lo agradeció mucho, con sinceridad, con lindas palabras, haciéndome notar que realmente la había ayudado, que realmente era lo que necesitaba escuchar. Fue nuevo verla en aquel breve estado de vulnerabilidad, sin la autosuficiencia que siempre había mostrado ante mí hasta entonces... Es difícil explicar lo reconfortante que se sintió. Suelo ser confidente y consejero de mis amigos, no fue esa la primera vez que tuve las palabras precisas para ayudar a alguien, pero lograrlo en dicha ocasión me hizo sentir... grande, por decirlo de alguna manera. Que por un momento estuve a la altura de lo que una chica tan especial como ella necesitaba.

Padecer aquellas sensaciones clásicas. Mariposas en el estómago, escalofríos, ansiedad, sueños, nervios... Sí, todo eso que cuentan en las típicas historias románticas que suelen disgustarme. Algo totalmente extraño para mi usual sobriedad.

Poder y querer darse a conocer. Descubrir cómo, de forma progresiva, quieres ir compartiendo con ella tu mundo: tus gustos, aficiones, sueños, temores, complejos, anécdotas, opiniones, creencias... tu historia y tu modo de ver la vida. Ver lo fácil que es bajar la guardia, cuán increíblemente sencillo y cómodo es mostrarse renegón, sensible, nostálgico y reflexivo, como no suele ocurrir frente a casi nadie.

Necesitar saber más. Intrigarse por cuánto sabes realmente sobre ella. ¿Tiene la misma confianza hacia ti? ¿Se abrió contigo en la misma proporción que tú? ¿Hay, acaso, más momentos vulnerables que prefiere no exponer contigo? No dejar de preguntarse si hay aún más cosas por valorar sobre ella, o si tiene algún defecto que la aterrice y la haga ver más normal y humana. Imaginas ambos escenarios, pero llegas a la conclusión de que, en cualquiera de los dos casos, te seguirá gustando demasiado. Ver cómo todo lo que la intuición te dijo desde un inicio sobre ella fue cumpliéndose con el correr del tiempo.

Preguntarse cómo te ve. Tal vez lo más complicado de todo esto. No saber qué siente por ti, como qué te ve. ¿También serás especial para ella? ¿Qué tipo de relación espera tener contigo? Saber que te respeta, que te tiene cierto grado de aprecio, que hay algunos gestos que podrían dar pistas de que el sentimiento es relativamente mutuo... Pero no tener nada en concreto. Sentir la desesperante sensación de ir a ciegas, de no querer imaginar ningún escenario positivo por temor a la decepción. Tu mejor amiga te dice que sí. Tú mismo, en lapsos más razonables, te dices que también. Pero en los momentos más intensos, la emoción te nubla y convierte todo en una inmensa incógnita. El escepticismo que te caracteriza te juega la peor pasada de todas.

Tener miedo. Notar cómo todos estos sentimientos crecieron como una bola de nieve, de forma espontánea, antes de ser advertido por quien sea o por tu propia razón. Te invade un tipo de inseguridad que nunca imaginaste sentir a estas alturas del partido. Sabes lo que vales, te quieres con tus virtudes y defectos, conoces tus fortalezas y debilidades, así como los pocos pero existentes aspectos que podrían ser de interés para alguien, tal vez para ella, y sin embargo... No tienes idea de qué ocurre en realidad. Desconfías de aquellos gestos en los que buscaste transmitir indirectas, dudas tanto que no sabes si fuiste demasiado evidente, o si te pasaste de implícito y en realidad no mostraste nada de tus intenciones.

Te preguntas si es muy pronto para lanzarse a la piscina, o si ya se te está yendo el tren, o si este es el momento preciso para tirar todo por la ventana. Llegaste a una riesgosa zona de confort, en la que hacer algo más que lo hecho hasta ahora podría volverse un camino de no retorno, la diferencia entre el éxito y el fracaso. El miedo a fracasar es terrible. Te das cuenta de que ya te acostumbraste a ella, a tenerla ahí, a esperar sus mensajes, sus saludos, a saber cómo le fue en el día... Aunque no es nada tuyo, te aterra la idea de perderla, mucho más aún si es por algún malentendido, o peor: por algún error tuyo, lo que sería imperdonable.

En resumen, enamorarse es complicarse la vida. Es llenarse de anhelos, deseos, ilusiones, temores y otros sentimientos hacia alguien; sin los cuáles podrías vivir perfectamente, pero que por alguna razón inexplicable, no haces más que perseguirlos. Porque no quieres admitir que, en medio de ese pesimismo, de esa predecible espera por lo peor, hay una esperanza escondida, un grito de felicidad queriendo desatarse, la búsqueda de un beso que confirme todo.

Finalmente, si me vuelvo a poner jodido con lo de no caer en ideas absolutas, diría que cada párrafo escrito anteriormente podría no definir nada. Sin embargo, si todo eso junto no es enamorarse, ¿qué diablos sí lo sería?

Hozier - From Eden



Babe
Nena,
There's something tragic about you
hay algo trágico en ti,
Something so magic about you
algo tan mágico en ti...
Don't you agree?
¿No te parece?

Babe
Nena,
There's something lonesome about you
hay algo solitario en ti,
Something so wholesome about you
algo muy saludable en ti...
Get closer to me
Acércate a mí.

No tired sighs,
No hay suspiros cansados,
no rolling eyes,
ni miradas desdeñosas,
no irony
ni ironías,
No 'who cares',
ningún "a quién le importa",
no vacant stares,
ni miradas vacías,
no time for me
ni tiempo para mí...

Honey, you're familiar
Cariño, me eres familiar
like my mirror years ago
como mi espejo años atrás.
Idealism sits in prison,
El idealismo se sienta en prisión,
chivalry fell on its sword
la caballerosidad cae sobre su espada,
Innocence died screaming,
la inocencia muere gritando.
honey, ask me I should know
Cariño, pregúntame, yo debería saberlo.
I slithered here from Eden
Me deslicé hasta aquí desde el Edén,
just to sit outside your door
solo para sentarme afuera de tu puerta.

Babe, there's something wretched about this
Nena, hay algo desdichado en esto,
Something so precious about this
algo tan precioso en esto...
Oh what a sin
Oh, qué pecado

To the strand a picnic plan
para el hilo de un plan de picnic
for you and me
para ti y para mí.
A rope in hand for your other man
Una cuerda en la mano para que tu otro hombre
to hang from a tree
cuelgue de un árbol.

Honey, you're familiar
Cariño, me eres familiar
like my mirror years ago
como mi espejo años atrás.
Idealism sits in prison,
El idealismo se sienta en prisión,
chivalry fell on its sword
la caballerosidad cae sobre su espada,
Innocence died screaming,
la inocencia muere gritando.
honey, ask me I should know
Cariño, pregúntame, yo debería saberlo.
I slithered here from Eden
Me deslicé hasta aquí desde el Edén,
just to sit outside your door
solo para sentarme afuera de tu puerta.

Honey, you're familiar
Cariño, me eres familiar
like my mirror years ago
como mi espejo años atrás.
Idealism sits in prison,
El idealismo se sienta en prisión,
chivalry fell on its sword
la caballerosidad cae sobre su espada,
Innocence died screaming,
la inocencia muere gritando.
honey, ask me I should know
Cariño, pregúntame, yo debería saberlo.
I slithered here from Eden
Me deslicé hasta aquí desde el Edén,
just to sit outside your door
solo para sentarme afuera de tu puerta.